Desliza hacia la izquierda para conocer la historia del mejillón en Galicia.
Momento en el cual las poblaciones aprovechaban los momentos de marea baja para hacerse con diferentes moluscos, como es el caso del mejillón. Prueba de ello son las conchas de mejillón encontradas en el exterior de los castros (aldeas fortificadas).
Anteriormente no existía un cultivo en sentido estricto, fue en el siglo XIX cuando comenzaron a producirse las primeras experiencias de cultivo de mejillón.
Se intensificaron los intentos de conseguir un cultivo estable pero no fue hasta los años 40 cuando se inició el gran desarrollo de la miticultura gallega, cuando el propietario de “Viveros del Rial” decidió intentar el cultivo de mejillón suspendido.
Se fondea en la ría de Arousa la primera batea. Este prototipo poseía un único flotador en forma de cubo hecho de madera que soportaba un entramado también de madera donde se colgaban unos pocos metros de cuerda de esparto crudo. Con gran resultado, se instalaron en el resto de las rías.
El desarrollo de la actividad mejillonera se convirtió en pilar de la economía de muchos pueblos y cuidades costeras, propiciando el fomento generalizado del consumo de este marisco hasta hoy en día.
Las bateas fueron testigo de las continuas innovaciones de las estructuras, de los métodos y de las prácticas de cultivo llevando al cultivo de mejillón (Mytilus galloprovinciales) a alcanzar una producción de 250.000 t/año, lo que representa el 15% del cultivo mundial. Gran parte de esta producción es alcanzada gracias a la Organización de Productores de Mejillón de Galicia (OPMEGA) la cual cuenta con alrededor de 500 bateas distribuidas por la costa gallega en cuyas cuerdas se cultiva el preciado molusco de manera tradicional.
La elevada producción de mejillón en la costa gallega se debe, en gran parte, al fenómeno del afloramiento costero. En este proceso oceanográfico, los vientos del norte que predominan entre abril y septiembre desplazan el agua superficial mar adentro, forzando el ascenso de aguas profundas, frías, saladas y con alta concentración de nutrientes. Contrariamente, vientos del sur que predominan en otoño e invierno acumulan agua superficial sobre a costa.
